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La existencia de los agujeros negros es una hipótesis matemática. Fue el astrónomo alemán Kart Schwarzschild quien, a comienzos del siglo XX, desarrolló este concepto, basándose en la teoría física de la relatividad general formulada por Einstein, que constituye el instrumento fundamental para emprender el estudio de un fenómeno cuya constatación empírica resulta imposible.
El proceso de formación de un agujero negro está relacionado con la evolución de algunas estrellas. Como es sabido, una estrella de masa parecida a la del Sol termina convirtiéndose en enana blanca, un astro pequeño con elevada densidad. Por su parte, las estrellas cuya masa supera al menos una vez y media la masa solar pasan con frecuencia a ser novas, pares de estrellas entre las que se verifica un constante intercambio de materia y, como consecuencia, explosiones que alteran el sistema.
La explosión de una nova deja como residuo un nuevo astro de enorme densidad y volumen muy reducido, con un diámetro que no supera los 10 km., compuesto únicamente por neutrones. La magnitud de la fuerza de gravedad, muy superior a la que actúa en la superficie de la Tierra, atrae los neutrones hacia el centro de la estrella, así se explica que en un volumen tan pequeño se concentre tan alta proporción de masa. Tan sólo el carácter enormemente compacto de los neutrones es capaz de limitar este proceso de compresión, que, de otro modo, culminaría en su aplastamiento.
Actualmente, no todos los científicos aceptan la existencia real de los agujeros negros. Suponiendo que en efecto existieran, hay que señalar que la condición para que una estrella evolucione hacia agujero negro, (que su peso supere al menos cinco veces el del Sol) no se da con frecuencia en el Universo.
Una segunda objeción para contratar la presencia de agujeros negros se deriva del hecho de que son invisibles, únicamente podrían reconocerse a partir de los efectos producidos en objetos celestes cercanos.
Gracias a los datos obtenidos por el telescopio espacial Hubble, en 1994 un equipo de científicos señaló la existencia de un agujero negro, se trata, naturalmente, de una hipótesis, aunque reviste enorme interés.A su alrededor se ha detectado la presencia de una nube gaseosa, que podría estar rodeando precisamente al agujero negro, permaneciendo en constante proceso de absorción. La elevada aceleración de gases constatada en esta región permite apuntar la hipótesis de la presencia de un objeto de entre 2.5 y 3500 millones de masas solares.
A comienzos del año 1997 un grupo de astrofísicos estadounidenses aportó nuevos datos sobre el estudio del fenómeno de los agujero negros.
Buena parte de las investigaciones del astrofísico británico Stephen Hawkins han estado consagradas al estudio de los agujeros negros y la cosmología cuántica. Según Hawkins, la formación de estos cuerpos podría estar vinculada al propio origen del Universo. Aceptada esta hipótesis, los agujeros negros estarían emplazados demasiado lejos de otra materia como para ser detectados. Por otra parte, el colapso del agujero negro formaría el denominado “agujero de gusano”, a través del cual se produciría la comunicación con otros universos distintos al nuestro.
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