El Sol es
también nuestra principal fuente de energía, que se manifesta, sobre todo, en
forma de luz y calor.
El Sol
contiene más del 99% de toda la materia del Sistema Solar. Ejerce una fuerte
atracción gravitatoria sobre los planetas y los hace girar a su alrededor.
El Sol se
formó hace 4.500 millones de años y tiene combustible para 5.000 millones más.
Después, comenzará a hacerse más y más grande, hasta convertirse en una gigante
roja. Finalmente, se hundirá por su propio peso y se convertirá en una enana
blanca, que puede tardar un trillón de años en enfriarse.
Sólo vemos la capa exterior. Se llama fotosfera y
tiene una temperatura de unos 6.000 ºC, con zonas más frías (4.000 ºC) que
llamamos manchas solares.
La energía
solar se crea en el interior del Sol, donde la temperatura llega a los 15
millones de grados, con una presión altísima, que provoca reacciones nucleares.
Se liberan protones (núcleos de hidrógeno), que se funden en grupos de cuatro
para formar partículas alfa (núcleos de helio).
Cada
partícula alfa pesa menos que los cuatro protones juntos. La diferencia se
expulsa hacia la superficie del Sol en forma de energía. Un gramo de materia
solar libera tanta energía como la combustión de 2,5 millones de litros de
gasolina.
El Sol
también absorbe materia. Es tan grande y tiene tal fueza que a menudo atrae a
los asteroides
y cometas
que pasan cerca. Naturalmente, cuando caen al Sol, se desintegran.

El sol esta compuesta de unos gases calientes como el hidrógeno (70%) y el helio (28%). También contiene
carbono, nitrógeno, oxigeno y otros elementos que suman el 2% restante.
Su estructura interna se caracteriza por una sucesión de capas
esféricas. Es difícil establecer con precisión los límites entre cada
una de estas capas, así como las diferencias en su composición química,
si bien es posible diferenciarlas por los fenómenos físicos que
acontecen en ellas. El modelo más aceptado establece seis capas en la
estructura del sol: núcleo, zona radiante, zona convectiva, fotosfera,
cromosfera y corona:
El núcleo del sol está compuesto fundamentalmente por hidrógeno y helio. Se estima que cada uno de estos elementos mantiene una proporción del 49%, mientras que el 2% restante corresponde a otros componentes, entre los que se encuentra el carbono. La energía producida y la enorme presión a que se ve sometido hacen que el núcleo del sol mantenga temperaturas estimadas en 15 millones de ºC.
Envolviendo al núcleo se encuentra la zona radiante, llamada así porque en ella la energía producida en el núcleo se transmite hacia el exterior fundamentalmente por radiación. Está compuesta por grandes cantidades de hidrógeno y helio ionizados. Aunque no es tan densa como el núcleo, la zona radiante mantiene una densidad tal que los fotones pueden tardar más de 100,000 años en atravesarla, siendo absorbidos y reemitidos millones de veces durante su trayecto.
Más allá de la zona radiante se encuentra la zona convectiva. Se le denomina así porque en ella la energía proveniente de la zona radiante se transmite principalmente por convección.

Debido a que en la zona convectiva los gases solares ya no se encuentran ionizados, estos se vuelven opacos a la radiación y absorben los fotones con facilidad. Da inicio entonces un complejo sistema de movimientos convectivos: los gases en las capas más cercanas a la zona radiante se calientan, se dilatan y, al volverse menos densos, ascienden hacia la superficie. Al llegar al límite inferior de la fotosfera, donde la atmósfera solar se vuelve otra vez transparente a la radiación, estos gases ceden calor, se enfrían ligeramente e inician las corrientes descendentes que completan los ciclos convectivos. Los fenómenos convectivos facilitan significativamente la transmisión de energía y el traslado de los fotones, los cuales atraviesan esta zona en menos de un mes.
La fotosfera, considerada la superficie del sol, es una capa de apenas unos 200 km de profundidad que envuelve a la zona convectiva. En está capa la atmósfera solar se vuelve lo suficientemente rala para que la gran mayoría de los fotones que llegan hasta ella escapen sin problema al espacio exterior. Los gases en la fotosfera presentan una temperatura cercana a los 6,000ºC. En ella es posible apreciar las llamadas manchas solares, las cuales son producto de la actividad magnética del sol.
La cromosfera es una capa que se extiende unos 16,000 km más allá de la fotosfera. Significativamente más transparente y menos brillante que ésta última, solo puede ser apreciada con facilidad durante los eclipses solares. Su nombre se debe a la luz rojiza que emiten los átomos de hidrógeno que la componen. Dista de ser una capa homogénea, ya que contiene numerosas protuberancias en forma de llamas, mientras que su temperatura va de 6,000ºC, en su parte inferior, a 1,000,000ºC en las capas que colindan con la corona.
La corona, la capa más tenue y externa de la atmósfera solar, se extiende varios millones de kilómetros más allá de la cromosfera. Su característica más sobresaliente es que los gases que la componen llegan a alcanzar temperaturas de 2,000,000ºC, muy por encima de las temperaturas en las capas que le anteceden. Sin embargo se considera que esta capa es tan poco densa que no es posible hablar de temperatura en términos exactos. La corona da lugar al llamado viento solar, un flujo de partículas que inunda el espacio interplanetario, y en ella ocurren fenómenos como las llamaradas solares y las eyecciones masivas. La corona se puede apreciar a simple vista, como un halo blanco-perla alrededor del sol, durante los eclipses totales de sol.
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